Era
un paraje tan seco (parecido a Petorca), tan reseco que por las grietas del camino
la boca de la tierra pedía agua. Las palomas caían de los árboles convertidas
en plumeros descuidados. Y los animales bailaban la fatal danza de la muerte
hasta convertirse en polvo.
La mayoría de los animales salvajes se había ido en busca del agua que
escaseaba como nunca, pues las napas
acuíferas se secaron definitivamente, y sin
ese elemento importante, o te morías de sed o te alejabas lo más lejos
posible de aquel desierto otrora
exuberante de verde. Pero, ¿qué había pasado para llegar a ese estado
lamentable? Simplemente alguien había absorbido el precioso elemento para regar
su inmensa plantación de paltos, entonces, sin pedirle permiso a nadie, secó
primero el lago y luego se apropió de las napas más profundas, lo que produjo
una sequía extrema en donde habitaban los campesinos y por supuesto también los animales salvajes incluyendo las
aves.
La gente del poblado no sabía a qué atribuir la escasez del agua,
pensaban que como no había llovido por
mucho tiempo, el agua del lago se estaba evaporando de manera muy rápida, Sin
embargo, esa no era la respuesta, al
comprobar que los campos de paltos estaba verdes y sanos, pero más allá de su cercado, todo era
una lamentación por una gota de Agua.
Los gobernantes al comienzo hacían oídos sordos pues no les convenía
hacer una investigación, los empresarios mantenían una jugosa ganancia
vendiendo paltas al Medio Oriente y Europa, y eran sus amigotes.
Pero los campesinos se enteraron del arreglín y comenzaron a protestar,
entonces para callarles la boca les llevaron Agua en pipas. Todos los días llegaban los camiones
con el elemental líquido, pero igual la gente se quejaba, pues apenas les
alcanzaba para sus tareas más importantes,
sus animales y plantas morían de sed sin remedio en una lenta agonía.
Luego los campesinos descubrieron
que los empresarios guardaban el Agua en enormes embalses en sus propiedades y
para regar sus plantaciones que
demandaban mucho líquido, la palta es sedienta en demasía. Además que tenían agua
en sus albercas para refrescarse del calor, mientras a pocos metros de sus
alambradas toda la foresta se moría de
sed y hasta los zopilotes yacían
extenuados en el polvoroso camino.
La sequia continuaba su curso destructor, el sol azotaba como nunca sin la sombra de los
árboles que permanecían secos, expuestos al recalentamiento de la tierra. Los
pobladores, protestaban todos los días, sacaban fotos de las plantaciones de
paltos y sus piscinas en donde
almacenaban el agua. Trajeron a los periodistas, ellos y sus drones, los
que mostraban lugares ocultos, en donde sacaban el agua de las napas acuíferas
dejando todo el valle seco con lágrimas
invisibles en sus resecas mejillas.
Entonces sucedió lo que debería haberse hecho antes del conflicto, los
inspectores tomaron notas de este robo
silencioso de los empresarios y les aplicaron fabulosas multas, pronto se
tomaron las medidas pertinentes y el agua volvió a salir de las mohosas
cañerías del pueblo, como un respiro a tan malévola actitud de los poderosos.
Claro que la última parte de mi
historia todavía no se ha cumplido, es
un deseo grande de los pobladores y de todo “el país del nunca jamás”.
Cecilia Margarita Vargas Retamal Muy contingente el cuentito Marianela, muy real. Cariños de Alejandrina.
ResponderEliminarmuchas gracias amiga Cecilia, besitos de Marianela.
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