Dijo que lo halló
herido en el lago Xochimilco, “lugar de
la sementera florida”, según el lenguaje náhuatl. Que tal vez lo había
atropellado una de las trajineras que a diario pasean turistas por esas aguas
con belleza forestal. Venía herido de una de sus extremidades superiores, es
decir, sin uno de sus brazos. Me dio escalofríos y le reclamé que porqué traía
eso a nuestra casa. Me contestó que
habría sido inhumano dejarlo morir allí,
que ahora, la gente está tan insensible como tú, me reprochó. No es que
sea insensible, es que me da nervios ver una herida, la sangre siempre ha sido
mi punto débil, argumenté, me produce náuseas y quedo a punto de desmayarme,
agregué, pero él no contestó y continuó rastreando en la casa un lugar para
eso. Lo escuché murmurar que a pesar de ser esa área, “patrimonio cultural y
natural de la humanidad”, mucha gente no tenía la remota idea de lo que eso
significaba. Que todos iban a pasarlo bien sin importarles dañar el medio
ecológico, la flora y la fauna, en fin, seguía rezongando, mientras hurgaba
algo en la cocina.
Cálmate,
no te hagas mala sangre, dije tratando, de que no le diera tanta importancia, a
eso, es sólo un bicho. Fue peor, se enojó más aún, vino a mí y me dio una
disertación, dijo que Xochimilco, estaba allí desde la época prehispánica, que
hubieron varias tribus indígenas llamadas, una Copilco y otra Cuicuilco, y que
habitaban la ribera sur, cuando el lago era inmenso, formado por varios otros
lagos. También mencionó que los indígenas construyeron las anáhuac que eran
unas especies de porciones de tierra ganadas al lago, como islas artificiales,
llamadas chinampas que flotaba sobre el agua con sembrados de maíz, chile,
fríjol y calabazas, una antigua técnica agrícola. Muy inteligentes, le
interrumpí, pero ¿a qué viene toda esta aclaración, si yo sólo he objetado a
ese animal? Deberías interesarte en seres como éste, tú no sabes lo importante
que son para la ciencia, por varias cualidades que tienen, y no le digas bicho, ¿crees que no te escucha
lo ofensiva que eres? ¿Te gustaría estar
en su lugar con un brazo cortado, herida y sin un poco de respeto? Exclamó
eso, al tiempo que se iba nuevamente a la
cocina. Escuché a Pablo sacar agua
potable y llenar algún tiesto.
Ya,
listo, lo dejaré cerca de la ventana, no me lo muevas de allí, iré a comprar
algo de lo que come para que se recupere, me dijo mientras se colocaba la
chaqueta y tomaba las llaves del auto. Oye, ¿lo dejarás aquí en la sala? Claro
que sí, ¿o quieres llevarlo al dormitorio y que duerma entre nosotros? Y salió
de prisa cerrando la puerta.
No lo
puedo creer, este animal me ha arruinado el día, pensé. Pablo le está dando más importancia que a mí que soy su
mujer. ¿Qué se cree?
Traté
de serenarme, tenía como una curiosidad
y miedo a la vez de mirar a esa cosa que flotaba sin movimiento en el centro de
la pecera. No quería acercarme mucho, me intimidaba, tal vez podía saltar hacia mi rostro, y morderme, ¡qué sé yo!
Traté de no pensar en él y me puse a ojear una revista. Sin embargo, de vez en
cuando le daba una mirada de reojo a eso que seguía estático en el centro del
agua. ¿Qué raro, se habrá muerto? Pienso que sería lo mejor, pues no quería
vivir con esa alimaña en mi casa.
Pablo regresó, estaba más tranquilo, traía un
paquete con algunas cosas, me dijo que
había pasado a un negocio de mascotas y que había conseguido alimento
para Green. ¿Quién es Green? Pregunté sorprendida, pensando que a lo mejor
Pablo había adquirido otro animal.
Es mi
mascota, la que encontré herida en Xochimilco. Ah, es eso, contesté con ironía.
¿Se puede saber qué come?, ¿no come dedos? Jaja, qué divertida eres, Green sólo come camaroncitos, larvas rojas de
mosquitos, trocitos de pescado, lombrices de tierra y pescaditos vivos. ¡Qué
horror, es un caníbal!, ¡una piraña!, exclamé. Ya, no seas trágica, míralo si
es tan pequeño y enfermito, por eso no
se mueve, pienso que debe dolerle mucho esa herida. ¡Míralo tú, yo no quiero
ver eso! ¡No quiero nada con él! Está bien, no te preocupes yo le cambiaré el
agua y lo alimentaré, pienso que cuando se mejore lo devolveré a su hábitat.
¿Te parece, princesa escrupulosa? Asentí con esperanza.
Esa
noche soné que el ajolote andaba
arrastrando su cola por la sala y había crecido del tamaño de un gato. Yo me
quedaba sin habla, paralizada al verlo acercarse a mí con esa mirada de dolor,
y me decía que sufría mucho, y su dolor
atravesaba mi corazón, despertándome con un grito. Pablo me abrazó y preguntó qué pasaba, si había tenido una
pesadilla y sólo moví afirmativamente la cabeza mientras gemía sin saber por
qué me dolía tanto algo que no podía explicar. No quise contarle el sueño,
pensé que él se molestaría con mi insistente rechazo a su mascota.
Días
después, observé al ajolote, o axolotl, como lo llamaban los indígenas, y que
significa “perro de agua”. No le encontré nada parecido a un perro, pero allá
ellos.
Pablo
llegó esa tarde lleno de euforia, ¿has notado princesa, que nuestro Green ha crecido? Ah y lo más
sorprendente es que le está saliendo algo en el lugar de su brazo perdido. ¡Qué
asco! ¿No tienes algo más interesante que conversar, que no sea de tu
Green? Princesa no seas así, si hasta
cuando me ve, se acerca a la orilla del acuario y me mira mientras le hablo, yo
pienso que me escucha. Por favor, Pablo, ¡es sólo un insecto! No, no, estás
totalmente equivocada, es un anfibio de la familia de las salamandras tigres, y
lo peor es que están en peligro de extinción, por la ignorancia de la gente que
las mata, porque son comestibles. Sabes tú que
son muy importantes para la ciencia y para algunas enfermedades
crónicas, pues los ajolotes pueden auto generar, cualquier miembro de su cuerpo
extirpado, incluso parte de su cabeza. Son increíbles, todo lo leí en un
artículo científico. Ah, qué interesante, ¿podríamos salir de compras?, contesté con desgano.
Dormía
placidamente cuando sentí que una gota de agua caía en mi frente, y al abrir
los ojos veía el rostro agigantado del ajolote mirándome con mucha pena, y me
mostraba su brazo que ya tenía una especie de muñón. En ese instante Pablo me
remeció, princesa ¿qué pasa? ¿Tienes otra pesadilla? Oh, así parece, dije
mientras enjugaba el sudor de mi frente. Perdón, sólo era un mal sueño, nada
más, expliqué tratando de serenarme. ¿Qué me pasa? Estoy sugestionada con ese
bicho pensé y traté de seguir durmiendo.
Esa
tarde Pablo me contó que los ajolotes
podían vivir unos veinticinco años en
condiciones normales, que llegaban a treinta cms. de longitud y que tienen
branquias externas muy largas, además, agregó, que axolotl para los indígenas
era la encarnación del dios Xólotl. No quise contestar mal, pues Pablo se veía
muy entusiasmando con toda esa información.
Sabes
princesa, que nuestro Green tiene ya dos meses en nuestro hogar y parece feliz,
ha crecido un buen poco, y tiene bien definido su brazo perdido, casi siempre reposa en el fondo del acuario
pero apenas ve que me acerco sube a la superficie y me mira con sus ojitos tan
tiernos, que le he tomado mucho cariño y pienso que me conoce. Ah y a ti también.
¿Por qué si yo no lo miro, ni me acerco a su pecera?, exclamé sorprendida. Pues
verás que cuando tú hablas él se pega al cristal como si te escuchara. ¡Ya,
para, no me gusta que me digas eso, me asustas!
Princesa
no es para que te asustes, todo lo contrario, no le tengas miedo, es nuestra
mascota. ¡No, no señor, es tu mascota, no la mía! Bueno, es mi mascota y es
inofensiva.
Cuando
cumplió tres meses de estar en nuestro
acuario, Pablo, entusiasmado me informó
que ese domingo iríamos a Xochimilco y
dejaríamos libre a Green pues se había recuperado totalmente y ahora lucía su
nuevo brazo. Oh, es la mejor noticia que me has dado, respondí con una sonrisa.
Pablo cumplió con su promesa y ese domingo
llevamos a su Green a Xochimilco, cerca
de la orilla, buscó un lugar en donde no
pasarán muy cerca las trajineras y sus odiosos ruidos. Allí, la dejó sobre el pasto y le
sacó una fotografía, luego la conminó a entrar al agua. Desde el agua, Green nos miró con una mirada de
agradecimiento, según Pablo, y luego desapareció de la superficie. Yo respiré
de alivio.
Ya ha pasado un mes de ese domingo, algo pasa, no puedo dormir, el agua está muy helada,
trato de mirar a través del cristal y veo a Pablo que trajina en la sala. Nado
hacia la superficie y le llamo, ¡Pablo, Pablo, sácame de aquí! ¡Por favor
ayúdame! Pero Pablo no escucha, y yo me
agito desesperadamente, tratando en vano de salir de este acuario.
ResponderEliminarRocío L'Amar ve lo que pasó comadre... jajajajaa
Sí,que hermosura, jijiji
ResponderEliminarLuis Donoso Bravo Canchas Futbolito Como siempre alabo esa pluma...
ResponderEliminarmuchas gracias, amigo Luis, un cuento de México. saluditos.
ResponderEliminarInes Zeiss Castillo Muy entretenido y didáctico Marianela, gracias!
ResponderEliminarmuchas gracias estimada Ines, besitos.
ResponderEliminarIris Fernandez Me encantó.
ResponderEliminarque bueno que te gustó, besitos.
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