viernes, 15 de mayo de 2015

MÁS FUERTE QUE YO



La desperté temprano. No quería levantarse, pero cedió a mi insistencia,  me dijo unas cuantas palabrotas, de esas que usa cuando quiere deshacerse de mí. No le hice caso y continué con mi tarea de desperezarla. Una ducha, le sugerí, un café, algo para comenzar de buenas formas el día. Después de reclamar a voz en cuello, pude lograr mi cometido.
Por fin pudimos dejar la casa, teníamos una larga agenda que cumplir, tareas que se fueron acumulando durante la semana y no cumplimos por sus malditos malos hábitos. Todo iba bien en las dos primeras horas de traqueteo, de aquí para allá cumpliendo esos mandados. De pronto sintió que tenía la boca seca,  un repentino deseo de algo. Dijo que ya no podía aguantar más que me fuera a la China y otras yerbas, me mentó la madre, el padre y hasta el hijo. Se volvió insoportable, pero yo seguí insistiendo que tuviera fuerza de voluntad. Ya no escuchaba, sus ojos se tornaron impredecibles, un afán de ir contra la corriente. Le rogué que no tomara ese rumbo, sería fatal para ella. No escuchó, había un llamado en su cerebro que me crispaba  los oídos, todo lo que le dije fue en vano. Sus pasos atrevidos devoraban la distancia, era el llamado terrible del vicio que la absorbía por completo.
Cuando salió del sanatorio le dijeron que estaba limpia y que no debería acercarse a las drogas. Pero ella cambió su postura,  se impacientó y aunque le pedí que no fuera a ese lugar  tan peligroso, en el que debía mucho dinero y la  habían sentenciado, no escuchó. Se introdujo en barrios de mala muerte y por fin halló el rastro del Freddy. Golpeó con insistencia la desvencijada puerta, gritó todo lo que tenía de ácido en su boca. Alguien abrió y de un sopetón la cogió de los cabellos cerrando de un fuerte portazo. Gritos, llanto, improperios y zas, el sonido de las balas.


Estoy fuera, huérfana, no tengo a donde ir, no soy nadie, no hay lugar para mí. He perdido todo, no supe persuadirla,  fue más fuerte que yo: su conciencia.

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