lunes, 1 de agosto de 2016

CIUDAD SIN NOMBRE


La ciudad acribillada de voces
bajo la telaraña de hilos telefónicos,
estalla cada mañana con un suspiro de gaviota,
alza los brazos de la noche
y bosteza una madrugada.
Se llenan sus arterias de movimiento,
palpitantes motores, alas, muchedumbre,
abanico de palomas susurrantes,
campanadas deshojando horas.
Las fábricas ululan al viento
y los hombres caminan la soledad
de los horarios.

El muelle suspira entre grúas tenebrosas
que devoran barcos de cargas.
El otoño silba de amarillo los parques
sembrando la nostalgia en cada hoja,
con su monótona música.
La multitud llena las calles,
los escaparates se ruborizan
ante tanto ojo codicioso.
Un tren se aleja agitando su pañuelo blanco
y hace resonar sus pasos por la huella acerada.
Llega la tarde adormecida
y hunde su cabeza bajo su brazo emplumado
para despertar justo a la hora del té.
Las estaciones pasan por la ciudad
dejando huellas sobre los extremos del silencio,
un pentagrama que cuelga en los labios de la brisa.

EL crepúsculo cae con languidez de recuerdo
mientras el viento sopla los mástiles
de la esperanza
y la noche, abre sus flamígeros ojos
sobre la ciudad sin nombre...


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