Noto empuja tu corcel bajo la cima del desaliento.
La soledad invade los cerros y quebradas con infinita
tristeza de madre.
Los lugareños te ven galopar sin fatiga Vicente,
por las desiertas cumbres de tu tierra.
Llevas el ímpetu embravecido y orgulloso de tu estirpe,
y no le temes a nada, incluida la soledad que te rodea
con sus brazos silentes.
Bajo las sombras de la tarde, espectros de amores
antiguos
circunnavegan tu
sepulcro vestidas de negro,
esperan ver el mar cuando abras la puerta
de tu epitafio.
Vicente recita al viento tu poema Altazor,
ve en aras de tu cabalgadura
y vuela junto a tu paracaídas.
En lo alto del cerro yace tu sosiego,
entre cardos y
tréboles silvestres va tu nostálgico canto,
se enredan sus notas al pasar por tu casa museo.
Bajas de tu caballo y visitas tu aposento,
cuántos recuerdos Vicente,
ahora reposan a la
deriva, sin atajos, el viento los besa.
Tu pájaro de luto
se ha ido cuando la noche caía
en miles de estrellas sobre tu mausoleo.
Vicente, que soledad reina a tu lado,
¿Quién te llora
más que la lluvia?,
silenciosa se queda contigo mientras a lo lejos el mar,
tu fiel compañero,
sacude su pañuelo de espuma,
y te saluda desde el océano,
desde el litoral,
que aguarda a los poetas.
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