La niebla dormía
profundamente sobre la periferia de la ciudad. Callejones estrechos y
malolientes se descolgaban por cualquier parte como pasillos laberínticos que,
el viento penetraba desapareciendo tras una retorcida escalera.
La
niebla, de pronto lanzó volutas al aire, soñaba una danza magistral por entre
los árboles y cubriendo los tejados con su lengua fantasmal. Los suspiros se
elevaban más allá de las chimeneas, juntándose con el aliento tibio que
escapaba de las fogatas.
La
niebla despierta de su mullida almohada y sale de su letargo a curiosear, entra
en cada rendija que se le ofrece, enfriando el ambiente con su halo gélido.
Luego se esfuma por las chimeneas como un espectro y va deslizando su cuerpo gaseoso por el
pavimento, cual precoz danzarina. De vez en cuando, la niebla llega hasta un
callejón sin salida que entorpece su frágil baile, eso no le gusta y vocifera
con palabras inentendibles que sólo el viento traduce y lleva lejos de las
colinas circundantes para que nadie las escuche.
Deja
una huella húmeda a su paso, pareciera llorar por algo que no recuerda. La
noche llega a su punto final, un coro de pájaros anuncia la madrugada que
irremediable abre los párpados del día. La niebla bosteza entristecida, hunde
su cara en el río más cercano y se aleja sollozando en busca de consuelo hasta
la noche siguiente.
Francisco Arancibia Alvarez Hermoso relato sobre la danza de la niebla nocturna.
ResponderEliminarMuchas gracias amigo Francisco, anoche nos visitó, saluditos.
ResponderEliminarLuis Donoso Bravo Canchas Futbolito Bonito.
ResponderEliminarmuchas gracias, saluditos.
ResponderEliminarMará Angélica Cuento que muestra la tristeza que parece sentir la niebla y que nos traspasa a nosotros. Me encantó porque convivimos con ella.
ResponderEliminargracias amiga Mará, por leer mis cuentos, La niebla es algo que nos cubre cada noche, sobre todo en los puerto. Besitos
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