El silencio
la rodeó toda la vida, era indiferente al que le dirigía la palabra, ellas
revotaban en sus oídos, pero ni un solo músculo
de su cara las atendía. Se conformaba con mirar la ventana y soñar que abría sus alas y
enfilaba más allá de las nubes. Era gracioso, después retornaba cansada de
tanto sumergirse en esas esponjas blancas parecidas al merengue que su
madre batía para los pasteles. Otras
veces, salía al jardín y se escondía
entre los árboles y arbustos y trataba de imitar algo que en su cabeza se
parecía al canto de los pájaros. Podía estar horas allí, hasta que alguien la
despertaba de su embeleso.
No
tenia apuro ni menos noción del tiempo, solo tenía su propio mundo, un mundo
único y placentero, donde cada día salía a revolotear convertida en una
libélula. Un poema que se deslizaba por sus mejillas sin emitir ruido.
La
tempestad, el viento y la lluvia pasaban por su lado y ella se sumía en su
vaivén como si fuera parte de ellos, levantaba sus brazos y danzaba en el gris
y azul del cielo.
Ella
era así, sin edad, sin tiempo que la limitara, un gorrión sin voz,
imaginándose algo más que la distanciaba del mundanal ruido, sumida en
el rincón
inverosímil del silencio.
uy, si, abstraerse de la realidad no es malo para vivir dentro de nuestros pensamientos e imaginación. (texto bien logrado, comadrita, de pé a pá) felicitaciones.
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ResponderEliminarMuchas gracias comadre Ro, a veces es necesario eludir un poco la realidad y otras son situaciones involuntarias con las que se nace. Besitos de Marianela.
ResponderEliminarCarmen Moreno Bello Me encanto
ResponderEliminargracias amiga, besitos de Marianela.
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