domingo, 15 de noviembre de 2015

SUMIDA



El silencio la rodeó toda la vida, era indiferente al que le dirigía la palabra, ellas revotaban en sus oídos, pero  ni un solo músculo de su cara las atendía. Se conformaba con mirar  la ventana y soñar que abría sus alas y enfilaba más allá de las nubes. Era gracioso, después retornaba cansada de tanto sumergirse en esas esponjas blancas parecidas al merengue que su madre  batía para los pasteles. Otras veces, salía al jardín y se  escondía entre los árboles y arbustos y trataba de imitar algo que en su cabeza se parecía al canto de los pájaros. Podía estar horas allí, hasta que alguien la despertaba de su embeleso.
No tenia apuro ni menos noción del tiempo, solo tenía su propio mundo, un mundo único y placentero, donde cada día salía a revolotear convertida en una libélula. Un poema que se deslizaba por sus mejillas sin emitir ruido.
La tempestad, el viento y la lluvia pasaban por su lado y ella se sumía en su vaivén como si fuera parte de ellos, levantaba sus brazos y danzaba en el gris y azul del cielo.
Ella era así, sin edad, sin tiempo que la limitara, un gorrión sin voz, imaginándose  algo más que la  distanciaba del mundanal ruido, sumida en
el rincón inverosímil del silencio.



5 comentarios:

  1. uy, si, abstraerse de la realidad no es malo para vivir dentro de nuestros pensamientos e imaginación. (texto bien logrado, comadrita, de pé a pá) felicitaciones.

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  3. Muchas gracias comadre Ro, a veces es necesario eludir un poco la realidad y otras son situaciones involuntarias con las que se nace. Besitos de Marianela.

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