Y decían que todo era una invención, una desequilibrada
mental. Pero allí estaba la jaula, sus barrotes brillaban como rayos de sol
cuando despertaba. Una hilera de crujientes metales, circulaba a su alrededor.
Todos
la ignoraban, la jaula a veces era impenetrable a la mirada, como un fantasma
balanceándose en una tela de olvido.
Allí pendía del cielo raso, cerca de la ventana. El cristal dejaba
entrever el follaje de los árboles meciéndose
acompasado al vaivén de la brisa, entonces la jaula oscilaba suavemente con el soplo del
pensamiento.
Por
más que tratara de mencionar ese encierro fastidioso que la consumía, era muy
difícil que le prestaran atención, exigiéndole que se comportara normal y
dejara de vivir imaginando cosas. Sin embargo, la jaula era hermética, sus
barrotes muy tupidos, y la puerta se mantenía cerrada con un gran candado, imposible de abrir. Entonces se tumbaba en un rincón esperando
que la liberaran, admitiendo que no mentía, pues de tanto llorar
en su encierro, la jaula flotaba sobre
un lago cristalino, ahondando más su terrible soledad.
Muchas
veces entró por la ventana una golondrina que de prisa bebió de ese original
ojo de agua, desplegando sus pequeñas alas pasó rozando sus sueños.
Entonces
se le ocurrió tejer unos delicados élitros imitando el diseño de la mariposa que cada día la visitaba para
robarle una lágrima. Ella lo sabía y se esforzaba en tener esa deliciosa gota
al momento de la llegada del insecto. En
ese instante, copiaba los puntos mágicos en su tejido y avanzaba tenazmente en
su cometido.
Ya
casi lo terminaba, ya casi le quedaba solo un suspiro. Los grillos acompasaban su labor con una frágil melodía, mientras afuera, el
susurro los árboles filtraba rayos de
sol para su laboriosa tarea.
Nadie
la vio salir esa mañana, pararse en el umbral de la ventana, abrir sus alas, agitarlas
y con una sonrisa en los labios alzar el
vuelo. Se perdió en el horizonte, más allá del crepúsculo, mucho más lejos, en
donde alguien la esperaba con los brazos abiertos. Lo inaudito es que cuando la
llamaron, nadie respondió, su nombre flotó en la estancia, en su lugar hallaron
una jaula vacía, aún con el candado puesto y dentro, sólo un carrete de hilo vacío.
Andrea Faulkner Lindo!! Me encanto!! 🦋
ResponderEliminarGracias Andreíta, que bueno que te agradó, besitos de Marianela.
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